El pasado 26 de noviembre de 2004 las islas orientales de Canarias despertaron con un sobresalto: la langosta (Schistocerca gregaria), denominada también en este archipiélago “langosta africana” o “cigarrones”, había llegado de forma significativa, primero a Fuerteventura, y poco después a Lanzarote. Aunque durante la semana anterior se habían observado ejemplares aislados incluso en Tenerife y Gran Canaria, el fenómeno adquiere otra dimensión a finales de noviembre. Las alertas del Gobierno de Canarias, iniciadas desde prácticamente las primeras semanas de ese mes, terminaron materializándose. Ya el 1 de diciembre, algunos ejemplares de esta misma especie son observados en las costas del Algarve, al sur de Portugal. La curiosidad que genera un fenómeno relativamente singular –desde la década de los cincuenta del pasado siglo no se recuerda una plaga en las islas, a excepción de una de dimensiones reducidas en 1988-, sus marcadas connotaciones ecológicas y espaciales, así como las consecuencias que entraña para las poblaciones y territorios afectados, despertó nuestro interés como geógrafos. Comprender lo que estaba sucediendo en Canarias implicaba, necesariamente, salir de los estrictos límites insulares e iniciar un recorrido a diferentes escalas: desde la del insecto a la del continente africano.
1. Schistocerca gregaria: una langosta mutante, voraz y viajera
Entre las diversas especies de langosta, Schistocerca gregaria (Figura 1) presenta unas características y exigencias ecológicas especialmente curiosas. Habita áreas desérticas o semidesérticas cálidas, donde las precipitaciones oscilan entre los 50 y 300 mm, pero con grandes variaciones interanuales entre largos períodos de sequía y ocasionales lluvias torrenciales.
Figura 1: Ejemplar de la langosta Schistocerca gregaria descansando durante la noche en Lanzarote. Noviembre 2004. Foto: Consuelo Niz Cabrera / Fundación César Manrique. Si la especie se encuentra en fase solitaria es inofensiva, pudiendo permanecer en ese estado mucho tiempo. Pero cuando en esos medios, tras periodos prolongados de sequía, se producen abundantes precipitaciones, la vegetación se desarrolla rápidamente, y las langostas solitarias tienden a agruparse, adquiriendo una gran capacidad de reproducción, al tiempo que reducen su mortalidad. Mutan entonces a su fase gregaria, formando amplios enjambres capaces de realizar grandes desplazamientos; cambia también su morfología, fisiología e incluso el color del cuerpo (rojo o amarillo intenso si están en fase reproductiva) y, a su vez, adquieren la voracidad por la que han sido históricamente temidas. La humedad del suelo afecta de forma muy significativa a la reproducción de esta especie: no sólo porque es necesaria para la eclosión de los huevos que entierra a unos 5-15 cm, sino porque estimula la rápida maduración sexual de los individuos adultos, que permanece limitada durante los períodos de sequía. Cada hembra suele poner unos 120 huevos, de manera que una hectárea infectada puede llegar a generar unos 600 millones de individuos. Por su parte, la temperatura también contribuye, acelerando o retrasando la evolución desde la eclosión de los huevos hasta la madurez de las larvas: con temperaturas entre 30-35º C, la maduración de los huevos puede ser de tan sólo 11 días. Así pues, tras condiciones favorables de humedad y temperatura se forman enjambres que pueden alcanzar dimensiones de varios kilómetros cuadrados, con altas densidades de individuos por m³. A medida que van agotando los recursos vegetales de un lugar, migran a otro en busca de alimento. Estimaciones de la FAO calculan que una nube de langostas de densidad media (50 millones de individuos) consume cada día unas 100 toneladas de materia vegetal fresca; o que una tonelada de langostas puede comer, en un solo día, el equivalente al consumo de 2.500 seres humanos. Sus efectos nocivos se producen tanto en la vegetación natural, como en todo tipo de cultivos y pastos, por lo que van dejando tras de si una estela de devastación entre las poblaciones afectadas. Pueden recorrer grandes distancias, volando tanto en superficie como entre los 1.000 y 2.000 m de altura. En estos desplazamientos juega un papel esencial la dirección de los vientos dominantes. Su área potencial de invasión en fase gregaria comprende: África (al norte del ecuador), Oriente Medio, las Penínsulas Arábiga e Indo-Pakistaní y, en ocasiones, el sur de Europa. Es decir, tiene una superficie de invasión superior a 29 millones de km² (más del 20% de las tierras emergidas), y puede afectar a unos 57 países (CIRAD, 1998).
2. El origen de la actual plaga: las lluvias de 2003 al sur del Sahara La plaga de langostas registrada en Canarias tiene su origen en otra, de grandes proporciones, que desde hace un año afecta a numerosos países del Sahel y de África occidental. Se considera que ha sido la de peores consecuencias en los últimos 15 años, y está motivada por las abundantes lluvias que, durante el verano y comienzos del otoño de 2003, se han producido en gran parte del Sahel. La combinación entre una adecuada humedad, altas temperaturas y vientos propicios ha favorecido una rápida reproducción de las langostas, así como una veloz propagación por el norte de África. Solo entre octubre de 2003 y agosto de 2004, éstas se han extendido por Chad, Níger, Malí, Mauritania, Senegal, Marruecos, Argelia, Libia y Túnez. Las langostas tienen un ciclo estacional, tanto de reproducción como de migración, bien conocido. Según se muestra en el mapa de la Figura 2, utilizan dos zonas de cría principales durante el verano. La primera se localiza en torno a Malí, oeste de Níger y Mauritania. Desde aquí inician migraciones hacia el norte y afectan a Mauritania, Sáhara occidental, Marruecos y Argelia, países, éstos últimos, donde se reproducen e inician el ciclo en sentido contrario durante el invierno y la primavera. Algo similar ocurre en la zona del Chad y del Sudán, áreas proclives al desarrollo durante el verano, y su posterior expansión hacia el sur de Egipto, la península Arábica y Etiopía, llegando incluso hasta Irán. Figura 2: Zonas de cría y migración de la langosta Schistocerca gregaria. Fuente: FAO.
Según datos aportados por la FAO, la plaga ha afectado desde octubre a unos siete millones de hectáreas de cultivos, de los cuales dos millones se localizan en Argelia. La densidad de insectos ha superado los 100/m², y su ciclo biológico se ha acelerado desde principios de mayo por las lluvias registradas en el Sahel y regiones limítrofes. Otra prueba de la voracidad de estos insectos -durante esta plaga- es la depredación de las hileras de árboles que componen el "cinturón verde" del Sahel y protegen de la desertificación la meseta central. Estas zonas fueron devastadas casi por completo, lo que constituye un hecho sin precedentes.
La FAO ha establecido un centro de operaciones de emergencia contra la langosta, que trabaja directamente con los donantes, los países amenazados por la plaga y organizaciones capaces de aportar soluciones al problema. En los países del Magreb, especialmente en Argelia y Marruecos, grandes campañas de fumigación con pesticidas contribuyeron a detener el avance de la plaga en junio, julio y agosto de 2004, pero la invasión de langostas se intensifica en África occidental (Figura 3), prueba de ello es la reciente llegada de millones de ejemplares a las islas Canarias.
Figura 3: Localización de la langosta Schistocerca gregaria (adultos solitarios y gregarios) entre los días 25 de noviembre y 1 de diciembre de 2004. Fuente: FAO.
3. Las langostas llegan a Canarias En estas islas las plagas de langosta han estado presentes a lo largo de la historia. Según el historiador Manuel Ramírez, en Canarias se han producido 85 plagas desde el primer tercio del siglo XVI. Entre ellas, las de peores consecuencias han sido las siguientes: 1659, 1811, 1908, 1954 y 1958. Los efectos de la plaga de 1954 todavía perviven en la memoria de nuestros mayores: se calcula que afectó a 10.100 ha de cultivos y produjo daños valorados -por aquel entonces- en 137 millones de pesetas (Ramírez, 2004). Curiosamente, desde 1958 –y con la excepción de una de reducida repercusión en 1988- no se había vuelto a registrar otra plaga significativa en Canarias. Ya desde el 19 de noviembre, las islas se encuentran en alerta. La administración canaria convoca el gabinete de crisis y almacena productos fitosanitarios para luchar contra la plaga. Aunque se observan ejemplares aislados en Fuerteventura, Gran Canaria e incluso Tenerife, los controles visuales aéreos todavía no detectan movimientos significativos de nubes de langostas en esa fecha. La situación se mantiene en estado de prealerta hasta el 25 de noviembre. Ya durante la mañana, y ante la alta concentración de langostas, se cierra el aeropuerto del Aaiún en el vecino continente africano. Por la noche, y con vientos dominantes del sureste, se incrementa significativamente el número de langostas en la isla de Fuerteventura –la más próxima a la costa africana- y, durante la madrugada y la mañana del día 26, también en Lanzarote, declarándose ya de forma oficial la situación de plaga en ambas islas. Las langostas llegaron tanto por vía aérea como a través del mar (Figura 4), aunque muchas de ellas visiblemente extenuadas. Aunque en el sur de Gran Canaria se observan ejemplares aislados (Figura 5) durante varios días, el fenómeno no alcanzará proporciones significativas en esa isla ni siquiera en los días posteriores. Figura 4: Llegada de langostas (Schistocerca gregaria) a través del mar en la costa de Fuerteventura. Noviembre, 2004. Foto: Guayedra Brito/Canarias7.
Figura 5: Ejemplar de la langosta Schistocerca gregaria en las Dunas de Maspalomas, Gran Canaria. 27 de noviembre de 2004. Foto: Emma Pérez-Chacón Espino. El sábado 27 la plaga se incrementa de forma considerable en Lanzarote. El Cabildo activa el Plan de Emergencias y durante la noche se realizan fumigaciones desde tierra, bien mediante tractores al que se incorpora un compresor, bien a pie con mochilas. El producto utilizado es un insecticida (Clorpirifo al 48%) para el que se requiere extremar las precauciones, tanto durante su administración, como a la hora de decidir su utilización, dadas las consecuencias nocivas que puede tener para el resto de la cadena trófica. Por ello, se desestimó su utilización desde el aire, al tiempo que se instó a los agricultores a no utilizarlo sin informarse previamente en sus respectivas agencias de extensión agraria. Entre la noche del domingo y el lunes 28 se produce una nueva invasión de langostas, afectando sobre todo a Corralejo (Figura 6), al norte de Fuerteventura. Se introducen en las instalaciones turísticas de la zona, generando inquietud entre los empresarios, pues temen la reacción de los turistas y los efectos que pueda tener la plaga en la imagen turística de las islas. Figura 6: Plaga de langosta (Schistocerca gregaria) en las Dunas de Corralejo, Fuerteventura. Noviembre, 2004. Foto: Guayedra Brito/Canarias7. A partir de los días 29 y 30 la plaga empieza a remitir: el cambio en la dirección de los vientos –que rotan primero al oeste y posteriormente al noroeste-, el descenso de la temperatura, y las fumigaciones realizadas, reducen de forma drástica la presencia de las langostas en Lanzarote y Fuerteventura, aunque todavía se constatan algunos enjambres en ambas islas. Finalmente, entre los días 7 y 9 de diciembre aparecen nuevos núcleos de langostas, primero en el sur y este de Fuerteventura, y posteriormente en el sur de Lanzarote. En esta última es especialmente significativa la densidad langostas que se registra en La Geria, área de concentra la mayor superficie de viñas de la isla. Las trayectorias seguidas por las nubes de langosta en Canarias, entre el 19 de noviembre y el 1 de diciembre, se resumen en el mapa de la Figura 7. Su interpretación requiere, necesariamente, una breve aproximación a las condiciones meteorológicas que caracterizaron los momentos más intensos de la plaga, fundamentalmente entre el 25 y 30 de noviembre de 2004. Figura 7: Trayectorias de las invasiones de langosta (Schistocerca gregaria) en Canarias entre el 19 de noviembre y el 1 de diciembre de 2004. |
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